La mejor estancia del hotel ocupa el frontal noble del palacio y sus espacios simbólicos más relevantes: un gran salón de baile con artesonado rococó y una sala de té, hoy dormitorio, en cuyo techo se aprecia, intacto, un lienzo alegórico del trabajo agrícola, muestra del esplendor de los antiguos propietarios del inmueble.
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